Antes que nada, y como no quiero herir susceptibilidades,
advierto que voy a hablar mal, muy mal, de mi papá. Pero tengo razones, y como
esto es un blog personal, quiero contarlas acá.
Los recuerdos de mi infancia con mi papá son muy felices.
Cosas simples y de todos los días, porque fue siempre un papá cariñoso.
Los dos primeros recuerdos de él como una persona violenta,
vienen de alrededor de los 9 o 10 años. Estimo la fecha, aunque no con precisión,
porque recuerdo que estábamos agrandando la casa y había que caminar en un
pasillo sobre algo así como un peldaño de madera, muy bajito, sostenido por una
tabla larga y algunos ladrillos apilados que le daban una altura mínima.
Recuerdo esto porque sé que me gritó y me empujó, pero no recuerdo bien por
qué. Sé que me dolió el golpe al caer, y después. Sé que después de llorar un
rato, creo que al lado de mi hermano en una habitación vacía en construcción,
que después fue el cuarto de Matías y ahora está desocupado; ahí, después de
llorar un rato apareció mi papá y me pidió perdón por única vez. Recuerdo que
me costó mucho perdonarlo. Creo que esa fue la primera vez que lo desconocí. El
otro recuerdo no se bien cuándo fue, quizás antes, pero es la voz de mi mamá,
creo que íbamos caminando y no se porque razón me contó que cuando estaba
embarazada de mí, discutiendo con mi papá, él la empujó cuando estaban bajando
de un colectivo. Esto último lo tenía muy guardado de mí, lo recordé hace muy
poco y me generó una angustia inmensa.
Lo que siguió no se bien como fue. Sé que me fui varias veces
de casa a muy temprana edad. Me iba, por poco tiempo pero salía como huyendo. A
los 16 me fui varias veces a lo de una amiga y a lo de mis primas. A los 19
algunos días, varios, a lo de un novio y al departamento vacío de mi prima. Ya
trabajaba y estudiaba, podía pasar el día fuera de casa y dormir en cualquier
otro lado. Recuerdo que hubo temporadas de tranquilidad, pero siempre cualquier
cosa podía disparar una pelea interminable, con, incluidos cual drama o terror
berreta, escenas de golpes, amenazas de todo tipo, entre las cuales no es menor
la vez que mi papá amenazó con matarme y suicidarse, ambas el mismo día
mientras sostenía un arma en la mano. A pesar de todo eso mi familia para el
resto del mundo era ejemplar.
No se como todos pudimos mantener tanto tiempo esa situación
naturalizada, teniendo en cuenta que la violencia podía tener cualquier
dirección entre mi mamá, mi hermano y yo. Pero la tuvimos, incluso hoy quedan
síntomas como improntas.
Recuerdo que cuando estudiaba y empecé a trabajar tuve la
mejor compañera del mundo, que además se convirtió en una amiga-hermana. Con
ella aprendí que hay cuestiones aprendidas por el entorno, que uno es porque ha
socializado en un contexto y que a la violencia se la llama por su nombre. Creo
que Lorena fue la primera persona con la que pude hablar con el corazón abierto,
con la que aprendí a dejarme ser lo que yo quiero ser.
Siempre lo que más me costó fue pensar que podía repetir
modelos que no eran los que yo quería para mí. Siempre corrí de todos los
lugares que me llevaban a eso de una u otra manera, rompiendo vínculos,
tratando de ser sincera, devolviéndole el escupitajo en la cara a quién lo
hacía conmigo primero. El día que mi papá me tiró aceite frío encima y me
agarró de los pelos para tirarme al piso y golpearme, ese día yo intenté
defenderme tratando de lastimarlo con un cuchillo sin filo. Ese día sentí que
era él o yo. También fue el día en que me di cuenta que para vivir como yo
quería vivir, tranquila y sin miedo, tenía que irme de mi casa materna. Solo
así podía empezar a intentar no repetir los modelos que aprendí.
Y me fui, primero con mi hermano y después con el novio con
el vivo. Me fui y volvimos a pelear
varias veces.
Desde el momento en el que tuve mi hogar, cada escena de gritos, retos
absurdos, o violencia verbal me alteraba de una manera terrible. Cada tanto
dejaba tiempo pasar sin ir a visitar a mis padres porque quería evitar
cualquier situación incómoda, y por miedo. Pasados algunos días volvíamos a
vernos seguido y pasar tiempo juntos. La diferencia entre mi hogar y mi casa
materna me resultaba abismal.
Un día, después de una secuencia estúpida en la cena de navidad, decidí no
hablar más con mi papá. Hacía casi un año también habíamos discutido y pasamos
de enero a marzo sin hablarnos, incluido el día de mi cumpleaños donde mi papá
me mandó un msj de felicidades y le respondí textualmente: “Te amo por muchas
cosas pero te odio por muchas otras que nunca me voy a olvidar”. No me
respondió más. Volvimos a hablarnos en Marzo de ese año porque en una crisis de
angustia Víctor, mi novio, me ayudó a intentar arreglar las cosas. Pasado un
año de eso, y continuando las cosas igual, dejé de verlo. Han pasado 10 meses y
27 días. He pasado por muchas cosas en este tiempo, hermosas y terribles.
Estoy feliz, sigo con mucho miedo, conocí a mi mamá y la volví a perder. Me
sostienen las personas más maravillosas de mi mundo, y del mundo. Ansío estar
en paz.
Hoy es un día de paz, porque entender la historia propia para
conocerse y a partir de eso construir, es lo mejor que nos puede pasar en la
vida.
Espero que me alcance el resto de la vida para agradecer a
toda la familia inmensa que elijo todos los días.