“Tengamos un acuerdo de sinceridad y no competencia” le dije
enseguida, en cuanto noté que contrariando las palabras escritas estaban las
prácticas cotidianas.
Los micromachismos,
la violencia y manipulación sutil
de reconocer todo pasado un tiempo,
nunca reflexionar en el momento;
El callar u omitir,
que es igual a mentir;
El hablar de respeto,
y que quede solo en palabras;
El hablar de querer,
pero no cuidar.
Plantear paridad, exigir y recibir;
No dar más que migajas…
migajas de besos,
migajas de abrazos,
migajas de sexo patriarcal,
migajas de “ayudas”,
migajas de “buenos ratos”.
“Un puto personaje de ficción”, una eterna repetición de
citas.
Citas que nunca se te hacen piel, que repetís apurado y sin
respirar para que nadie te interrumpa con algo que te saque el guión y quedes
en orsai.
Citas que repetís porque el personaje las necesita, citas
que no entendés, que no hacen a la cuestión. Citas robadas de libros, de amigos,
de parejas. Citas, citas, citas, tantas citas que robás sin reconocer, citas
que se contradicen con otras citas que se contradicen con lo que hacés.
“Parece más chico que vos”, me dijeron varias veces y no
entendía.
Ahora entiendo.
Sos mínimo, una maceta pequeñita donde no me caben ni los
piés.