Viajamos hasta Boedo para sentarnos en ese bar notable con la idea inquieta de comer algo rico y alguna infusión calentita después de una tarde fría al aire libre en un encuentro de sikuris.
Estábamos los tres merendando, Silvana al lado mío y él enfrente rozando conmigo las puntas de los pies (y cada tanto las miradas, esas que contagian sonrisas).
Hablamos mucho, no se bien de qué, entre strudel de manzana con crema y canela, entre té y café y submarino, entre bocado y bocado hablamos de cosas y reímos y sacamos algunas fotos y seguimos hablando.
Una sucesión de acciones, reacciones y palabras.
Había sido un día muy bonito, esa idea estaba en mi cabeza y se reafirmaba a cada respiro. Y como digo a veces, si la felicidad son momentos ayer estuve feliz (o quizás últimamente es una constante, mirá-lo-que-te-digo).
En un momento me paré para ir al baño y volvió ese dolor, me castigó hace unos meses pero había desaparecido... un dolor en la cadera, metamorfosis de la edad siempre digo yo a modo de broma.... metamorfosis a mariposa decía Sil, siempre más poética y dulce...
Me lo recordó con un susurro y una mirada cómplice diciendo “... es por la metamorfosis...”, y esa palabra nunca había sido más hermosa y más exacta.
Silvana de nuevo me convirtió en mariposa... ahora entiendo de que hablaba cuando hablaba de liviandad, de levedad... de desplegar los brazos como antenas y volar.
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