19 de junio de 2010

Silvana me transformó en mariposa I



Hoy nos reencontramos. Resulto raro verla sin anteojos, pero estoy segura de que era ella.

Estaba de blanco y tenía un hermoso circulo de colores en las alas mangas de mariposa.

Se paró en un arbusto, en el Parque Rivadavia, muy cerca de mí, y me miró fijamente, para que la reconociera.

La última vez que nos vimos, estaba por ir al taller de fotografía. Viajamos juntas en el tren. Me contó de su enojo con el profesor. Gesticulaba mucho, movía los brazos como antenas, se estiraba y al momento retraía todo su cuerpo. Se quejó varias veces del dolor de espalda, cerca de la cintura y se rió mucho de la idea de que la cadera se le estaba transformando, producto de la metamorfosis propia de la edad. También se acercó y me habló casi al oído de un amor que le estaba doliendo por imposible.

Nos despedimos en el andén de la estación Chacarita y no la vi más, hasta hoy… Me miró fijamente y no sé cómo, pero entendí todo lo que me explicó. Sería la costumbre de entender sus gestos y movimientos de brazos como antenas.

Esa tarde, la última en que nos vimos, llegó temprano al centro Cultural Recoleta, como dos horas antes de lo pactado con el grupo de práctica de fotos. Quedó impactada con la forma en que la luz se proyectaba y aprovechó para sacar fotos de todo lo que la rodeaba. Estaba feliz. Entonces fue cuando se le cruzó un aleteo y lo siguió con la mirada del lente. Descorrió una cortina y se encontró con un universo de mariposas de lo más exótico. No tenía idea de que estaba esa exposición. Sacó fotos de colores, alas, vuelos, flores, y fue ahí, cuando se acercó para enfocar a un hermoso espécimen negro, cuando sintió que la mariposa la miraba a ella, sin parpadear. Milagrosamente, como suele suceder la metamorfosis de oruga a mariposa, Cata se sintió más liviana, se le fueron los dolores de espalda, de cintura, y sintió que la cadera se le acomodaba definitivamente. Comenzó a mover las antenas como brazos gesticulando al hablar y se escapó entre las cortinas.

Esperó en el parque sólo para verme. Sabía que me encontraría hoy, domingo. Me clavó la mirada, segura de que la entendía (yo amaba sus gestos y sus movimientos como antenas) Desplegó sus alas blancas con círculos de colores y se fue decidida a estallar, volando apurada a encontrar ese amor que ya no era imposible. Ya no era imposible para su eternidad de mariposa enamorada.


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Y yo no dejo de quererla hasta el cielo.


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