23 de junio de 2011

Cansada de ser políticamente correcta


Ayer Malena me visitó y entre mates, cigarrillos varios y sobredosis de verborrágia nos contamos algún inconveniente de pareja de cada una en el último tiempo, pero, por primera vez, el acento estaba sólo en nosotras, en nuestro modo de reaccionar.

Nos reímos de cómo sufrimos de incontinencia verbal cuando nos enojamos, pero lo curioso es lo poco que nos dura sostener las palabras, porque enseguida se nos vuela el tapón de la boca a la mierda y vomitamos, cada una a su manera.

Male me cuenta riéndose medio avergonzada que cuando se saca hace las típicas escenas: grita, putea, entretiene a toda la jungla de amigos y desconocidos que haya en el lugar. Una vez que consigue irse con él, como un balde de agua helada la cae la tarjeta de: Retrocede 10 casilleros. Pide disculpas, llora, abraza y explica cuanto lo ama.

Yo, peligrosa y políticamente correcta, sonrío todo el tiempo, de manera notablemente falsa cuando algo me está haciendo picar la mano, el cerebro, las entrañas. Miro a un punto fijo y abstracto hasta que me pregunta que me pasa y ahí, delante de todos pero en silencio, sin llamar la atención y manteniendo la sonrisa de mierda mientras hablo, le digo: “Estoy del orto. Después hablamos”, “Te dije que después”, y sonrío. Me despido de todos amablemente y chau, apenas me pega el viento de la calle vacía en la cara arranco: catarata de llanto, puteadas y explicaciones interminables de por qué estoy mal, relacionadas con algo del pasado, del futuro, del mundo, de la guerra fría y de la mortandad infantil en Tartagal.

TODO TIENE QUE VER CON TODO. El consumo. Los vips. Los barrios que no tienen barrio. El gato que nos mea la cama. Los perros que rompen la basura en la vereda. Lo que no pienso hacer lo que no pienso decir lo que no voy a tolerar NUNCA.

ToRmenta del oRto (me encanta remarcar las eRRRRRRes cuando estoy enojada. Pero nunca voy a decir: visteS, entendísteS, pudisteS, fuisteS, ni voy a poner ninguna eSe donde no corresponda).

Y más larga es la explicación de todo y más que doy cuenta que lo amo tanto que creo circos complejísimos para llamarle la atención. Y lloro para que me abrace y pueda volver a moverme, recuperar el calor en el cuerpo congelado a punto de partirse en mil. Y las cosas que duelen nunca tienen que ver, directamente, con él, que solo intenta cubrirme entera para cuidarme pero soy gigante, yo y mi orgullo.

Pelotudo, garca, orgullo choto.

11 de junio de 2011

Fotos, Cartas y rostros.


Hoy me puse a ver fotos viejas y otras que no tanto, a recordar momentos y personas que pasaron pero están. Sonreí en todo momento por mucho tiempo, ese que uno dedica a las “cosas importantes: trabajar, estudiar, hacer resúmenes, preparar entregas, planificar proyectos”, ver caras de gente hermosa y lugares que me hicieron abrir de nuevo grande los ojos de asombro y alegría, como esa primera vez que a veces fueron infinidad de momentos y otras sólo una. Porque las primeras veces son hermosas y depende de uno que se repitan o que queden en el tiempo para añorar y pensar que todo tiempo pasado es mejor. Ya lo dijo el flaco “mañana es mejor”, y Minimal que siempre aparece en mi celular con “Hoy”, para recordarme eso, mañana pero hoy. Sin hoy no hay mañana y no nos podemos sentar a esperar, es hoy.

Sos vos, soy yo, son ellos, somos nosotros, no los otros. Somos.

Levantar la persiana, desayunar con el gatito sobre las piernas y salir a la calle sonriendo, con Faringitis o diez puntos. Quedarte adentro sólo si adentro está la felicidad, y si no salir a buscarla y no dejar que se esconda y abrir bien los ojos, siempre, porque si los cerramos perdemos, caemos y nos pasan por encima, esos otros que sólo están para cagarnos encima.

Mirar al pasado para conocer el camino que nos lleva adelante, y que no nos haga tropezar nunca más.

9 de junio de 2011

Carta a Pablo


Soy el mismo, como antes, enemigo declarado de la realidad existente, sólo con esta diferencia: que he cesado de ser teórico, que he vencido, en fin, en mí, la metafísica y la filosofía, y que me he arrojado enteramente, con toda mi alma, en el mundo práctico, el mundo del hecho real.

Créeme, amigo, la vida es bella; ahora tengo pleno derecho a decir eso, porque he cesado hace mucho de mirarla a través de las construcciones teóricas y a no conocerla más que en fantasía, porque he experimentado efectivamente muchas de sus amarguras, he sufrido mucho y he caído a menudo en la desesperación.

Yo amo, Pablo, amo apasionadamente: no sé si puedo ser amado como yo quisiera serlo, pero no desespero; sé al menos que se tiene mucha simpatía hacia mí; debo y quiero merecer el amor de aquella a quien amo, amándola religiosamente, es decir, activamente; ella está sometida a la más terrible y a la más infame esclavitud y debo libertarla combatiendo a sus opresores y encendiendo en su corazón el sentimiento de su propia dignidad, suscitando en ella el amor y la necesidad de la libertad, los instintos de la rebeldía y de la independencia, recordándole el sentimiento de su fuerza y de sus derechos.

Amar es querer la libertad, la completa independencia de otro; el primer acto del verdadero amor es la emancipación completa del objeto que se ama; no se puede amar verdaderamente más que a un ser perfectamente libre, independiente, no sólo de todos los demás, sino aun y sobre todo de aquel de quien se es amado y a quien se ama.

He ahí mi profesión de fe política, social y religiosa, he ahí el sentido íntimo, no sólo de mis actos y de mis tendencias políticas, sino también, en tanto que puedo, el de mi existencia particular e individual; porque el tiempo en que podrían ser separados esos dos géneros de acción está muy lejos de nosotros; ahora el hombre quiere la libertad en todas las acepciones y en todas las aplicaciones de esa palabra, o bien no la quiere de ningún modo; querer la dependencia de aquel a quien se ama es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más que por la libertad; y si el amor implicase también la dependencia, sería lo más peligroso e infame del mundo, porque sería entonces una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad.

Todo lo que emancipa a los hombres, todo lo que, al hacerlos volver a sí mismos, suscita en ellos el principio de su vida propia, de su actividad original y realmente independiente, todo lo que les da la fuerza para ser ellos mismos, es verdad; todo el resto es falso, liberticida, absurdo. Emancipar al hombre, he ahí la única influencia legítima y bienhechora.

Abajo todos los dogmas religiosos y filosóficos –no son más que mentiras–; la verdad no es una teoría, sino un hecho; la vida misma es la comunidad de hombres libres e independientes, es la santa unidad del amor que brota de las profundidades misteriosas e infinitas de la libertad individual.

MIJAÍL BAKUNIN


6 de junio de 2011

Si no sabemos de que hablar hablamos del amor...


No somos una tabula raza, nunca. Desde que empezamos a relacionarnos con los otros ya contamos con cientos o miles de cuestiones adquiridas por la familia o el círculo más íntimo. A su vez, a medida que crecemos seguimos recibiendo, concientes o no, nuevos conceptos, visiones, gustos, objetivos, perspectivas. No nos podemos escapar de ciertas influencias.

La costumbre, el acostumbramiento. Si en casa la pizza siempre fue a la piedra difícilmente me entusiasme al molde; o a la inversa, si las milanesas fueron invariablemente fritas voy a encontrar que la cocción al horno es el mejor sabor.

Somos el producto de lo que nos rodea, la adaptación es natural e inconsciente.

El amor, como siempre, aparece en el medio para desconcertarnos, porque es natural pero bastante inexplicable y la mayoría de las veces requiere de una nueva adaptación. Cada uno puede sentir amor de una manera similar, si es que alguien lograra explicarlo, pero la forma de expresarlo siempre cambia, varía. Si estás acostumbrado a algunas formas de amor y la vida te cruza con diferentes maneras, pensando en Darwin, podés adaptarte o perecer, no vos, si el sentimiento, la relación.

Lo más difícil del amor es que le llegue al otro como lo sentimos nosotros, y así, proporcionalmente, hermoso lograría ser.