“No te das cuenta lo que tenés hasta que lo perdés”, dice el
dicho popular, que como todo dicho tiene tanto de verdad como de mentira. En
este caso pensaba en cómo cuesta explicar el amor cuando unx lo siente porque
pareciera que las palabras quedan cortas. Y quedan tan cortas las palabras que
casi obligan a aparecer a las caricias, los abrazos, besos y acciones en
general, que van diciendo cosas; una cantidad de cosas van diciendo, acciones
que dicen cosas abiertas a polisémicas interpretaciones. Y es que en el acto de
amar todo es maravillosamente imperfecto.
Amar como inevitable, pero también como decisión. Estoy acá,
y te banco. Sé y siento que estás y me bancás. Te respeto y me respeto, y
pensamos maneras de que nuestros mundos encastren sin raspones ni forcejeos,
que vayan acomodándose con calma, con suavidad, tomándose su tiempo. Que las
certezas que nos desbordan se nos vayan haciendo piel.
Somos grandes y venimos con mañas, pero también con cuantas
ganas venimos.
Te amo “sonrisa de lata”, “lindo infinito”, “maravilla del
mundo”.
Te amo entero, con fuerza, en tus constancias y en tus
cambios, con cada parte del cuerpo.
Te estuve buscando por muchos lugares… te sigo buscando
entre tus brazos, tus manos, tus dedos, debajo de las uñas, detrás de las
orejas. Te estuve buscando y me estuve buscando por muchos lugares este año,
estos años. Que bueno encontrarnos así, acá. Mmmm. Enteros.