Los días previos me sentí vacía,
Me sentí sola, angustiada.
Los días previos me sentí enferma,
Me sentí mal, decepcionada.
Los días previos fueron confusos,
De muchas emociones,
De poca resistencia.
De bajas defensas.
Puse mi cuerpo, me manifesté. Puse mi mirada, visibilicé.
Estuve con mi mamá y mi hermano.
Necesité volver a casa y dormir.
Me levanté con el sol y mi compañera bicicleta…
Respiré hondo, muy profundo.
Pensé en hoy, mi mundo hoy.
Paré para almorzar y escribir todo esto.
Escribir y decirme todo esto.
Quise y pude estar sola, necesité y construí soledad. Pensé
en silencio, a los gritos y entre sollozos. Pensé y me dolió en los recuerdos y
en el hoy, justo en el centro del pecho, en la boca del estómago, ahí donde me
dijeron que se siente la “angustia”, esa señora que me mira desde lejos con
cara de “No te me vuelvas a acercar, Cata, nosotras ya nos conocemos”.
Me alejé del amor y del dolor, lo destruí todo. Y resistí, y
tuve fuerza y fé. Me dejé ser lo que soy y lo que quiera ser. Aprendí a
construir por fuerza de convicción y trabajo. Me involucré en redes de
personas, redes de contención, para no sentirme más sola, ni loca, ni errada, ni
confusa, para saber aceptarme, festejarme, replantearme y cuidarme. Y aprendí.
Aprendí muchas cosas de muchas situaciones y gentes, aprendí del tiempo,
aprendí del dolor profundo. Aprendí nuevas formas de aprender, y ojalá a vivir
aprendiendo.
Aprendí que amo y necesito volar como un pájaro, libre y protegida
por una bandada aliada de vuelos.
Y es por esto que creo, por fuerza de convicción y trabajo,
que el futuro es nuestro. El futuro es nuestro y venceremos
todos los días a cuentagotas. Venceremos en abrazos dados, en sonrisas
recibidas, en reclamos unidos, en múltiples formas seguiremos venciendo en
pequeñas trincheras todos los días.