23 de mayo de 2011

Esa maldita.


Durante años la había asechado, corrió de ella como pudo, saltando obstáculos, haciendo malabares, conociendo gente, queriendo, amando, olvidando casi todo, recordando sólo cosas lindas, pintando dibujos, tejiendo bufandas o cuadraditos de colores, haciendo grullas, inventando comidas, sacando fotos, haciendo el amor y la guerra.

Durante años se escapó como loca de la rutina, hasta que se convirtió en rutina escaparse e inventar todos los días una cosa nueva. Tan en rutina se convirtió que la enfrentó. Salió de la escuela y volvió a la casa sin hacer ninguna parada más que la verdulería, guardo los platos lavados, cocinó la cena, preparó las clases, se bañó y jugó con Miau Tse Tung, su gatito.

Convirtió en rutina sólo las cosas que la hacen feliz e hizo una lista (no tan inmensa como otras de sus tantas listas) y se propuso una a una, tomándose su tiempo, sin correr más, sin exigir demasiado, sólo disfrutando.

Casi brota una de las decenas de lágrimas que guardaba en los ojos cuando se dio cuenta que era la apuesta más difícil que se hacía con ella misma. Y empieza ya…

1 comentario:

Paty dijo...

Las apuestas con uno mismo siempre son las más difíciles, pero vale la pena el desafío!