15 de julio de 2013

El mundo un cuadrado



Durante toda mi juventud, hasta ahora, escapé sin saber a qué, de qué.
Múltiples artilugios me ayudaron. Me convertí en una experta en confeccionar planes, huidas, rupturas… pero también explicaciones lógicas y menos dolorosas que las reales.

La misma necesidad de escribir esto implica huir de algo, obligarme a meterme en la cama, con un pucho en la mano izquierda y el mate en la derecha.  Me sorprende la destreza que adquirí para tener tantas cosas metidas en la cama conmigo. El mate, los puchos, la cámara, un libro para reseñar, la computadora portátil de la que suena por segunda vez el concierto de Piazzolla en el Festival de Jazz de Montreal. Y recuerdo un fragmento de Rayuela en la que Oliveira explica como el hacer algo significa no hacer muchas otras cosas. Me alegro de que la habitación esté templada, no como el resto de la casa. Por el ventanal que da al balcón entra el sol de invierno a las 5 de la tarde. Es hermoso, pero breve.

No estoy feliz pero no se explicarlo. Aprendí de contextos muy extraños y no tengo buenos referentes. O supongo que los que tengo siguen vivos y yo soy mucho menos tolerante para los demás de lo que soy conmigo misma. Me exijo por otros lugares, como mis contradictorios estilos de vida. No tengo las categorizaciones muy claras.

Estoy trabajando sobre ello.  El día está perfecto. La noche puede ser más dramática. Las gatas están hermosas para ser fotografiadas.

El mundo en un cuadrado I

El mundo en un cuadrado II

El mundo en un cuadrado III


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