11 de agosto de 2008

Reencuentros.

El sábado volvía de Ciudadela sentada en un 182, cuando a mitad de camino, o ¾ partes más precisamente, en una de las tantas paradas donde baja y sube gente, veo que se acercan dos piernas largísimas y esbeltas, algo que siempre me llama la atención en las mujeres: esas piernas magras a lo Uma Thurman.

Si la viera de espaldas nunca lo hubiera creído, pero la vi de frente, estaba embarazada, me sonrió y se acercó, le sonreí y le di un abrazo mudo. Me dijo: “Hace tiempo que llamo a tu casa y nunca atiende nadie, tenés el mismo teléfono? El otro día soñé que las cruzaba, a vos y a Cintia, en la calle y les contaba que iban a ser tías y no paraban de gritar y festejar”.

Creo que sólo eso le dejé decir. Con un nudo en la garganta saqué fuerza y empecé a hablar poniéndola al día entre promesas de visitarla después de rendir mi final, con un deseo enorme de compartir con ella este momento, con un dejo de culpa por haber desaparecido de su vida tanto tiempo.

Si la vida nos pone en frente gente hermosa de alma un gran error es acumularla como trofeos en una estantería, no sé bien que se debe hacer además de ser felices y agradecidos, pero seguro que parte consiste en retribuir es luz, esa energía y no dejar que el tiempo, la distancia o las complicaciones la consuman.
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Había pensado en tomar este encuentro como un RETORNO, pero sería un error si eso supone la característica de ser momentáneo. Voy a ser tía de la bebé de Romina, como planeamos a los 15 años, y a partir de ahora es una constante.

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